LA ALEGRÍA DE VIVIR

Hoy quiero contarles sobre una persona a la que quiero muchísimo y considero realmente inspiradora. Se trata de Gloria Cristina Grooscors Antillón, quien nació en Caracas, Venezuela, el 15 de junio de 1964, es hija de Julio Segundo Grooscors Caballero y Leticia Antillón de Grooscors; hermana mayor de Adriana, Julio Alberto y Juan Enrique; mamá de Fiorella y Cristina, gemelas de 33 años, Daniel de 28 y Karl de 21; y súper abuelita de Mathías de 5 y Pietro de 2, hijos de Fiorella, ambos.

Gloria Cristina vivió en Caracas hasta los 14 años, cuando se fueron a vivir a San José de Costa Rica, lugar de nacimiento de su madre. En Caracas estudió la primaria y parte del bachillerato.

En San José se graduó de bachiller, estudió Licenciatura en Relaciones Internacionales y luego de obtener el título, hizo una maestría en Diplomacia.

Se dedicó a la docencia, trabajando como profesora de inglés en instituciones privadas y como docente universitaria en la Universidad Autónoma de Centro América UACA, donde llegó a ser Directora de la Escuela de Relaciones Internacionales, entre 2011 y 2019. Siempre supo que debía estudiar y dedicarse a algo que le permitiera tener comunicación permanente con la gente; lo cual afortunadamente, pudo hacer y disfrutar, hasta cierto punto de su vida.

En 2011 le diagnosticaron una enfermedad autoinmune, denominada APLASIA MEDULAR, lo cual es una debilidad en la médula, que le impide producir la cantidad suficiente de glóbulos rojos. La única posibilidad de cura es realizar trasplante de médula, para lo cual se requiere que sea 99% compatible con la médula del donante. Sus tres hermanos se realizaron pruebas para saber si podían donar, pero Julio y Juan tienen 60% y 70% de compatibilidad y Adriana 80%, lo que el médico rechazó de plano, por ser un riesgo mayor para la paciente, ya que el trasplante implica iniciar el sistema inmune desde cero, requiriendo 100% de compatibilidad, con el fin de lograr que sea exitoso.

Hace tres años comenzó a tomar cortisona, como tratamiento para ayudar a sostener los glóbulos rojos, pero esto le causó cataratas en ambos ojos, diabetes y osteoporosis, los que tuvo que tratarse también.

Cuando la enfermedad comenzó a avanzar, Gloria dejó de trabajar. En situación normal, debe recibir transfusiones quincenal o mensualmente, es variable. Por ejemplo, en junio del año pasado después de la segunda vacuna del Covid se le bajó mucho la hemoglobina, lo que ocasionó que la tuvieran que transfundir cada semana. Entonces, volvieron a darle tratamiento con cortisona; eso la ayudó y pasó cinco meses sin transfusiones. Actualmente debe transfundirse cada quince días.

Es muy bello oír a Gloria contar que tiene un grupo de amigas con las que reza cada vez que le toca el día entero de tratamiento y piden por su sanación. Y es por eso que afirma que su fe, es una fe viva, pues la vive siempre con su gente más cercana, quienes se acercan cada vez más a Dios y creen más en sus milagros.

Al bajar el nivel de sus glóbulos rojos, el oxígeno automáticamente baja, causándole mucho cansancio, falta de aire y fuertes dolores de cabeza.

Y aparece entonces un nuevo síntoma que es la taquicardia y dificultad para respirar, lo que resultó hacer parte de las llamadas “enfermedades raras”; en este caso específico, diagnosticada como HIPERTENSIÓN PULMONAR, muy parecida al enfisema pulmonar, generando coágulos en sus pulmones, lo cual la obliga a tomar anticoagulantes.

A raíz de este diagnóstico, Gloria ingresó a una Asociación de pacientes con Hipertensión pulmonar en Costa Rica, lo que le permite estar en contacto permanente, con personas que sufren de la misma patología y que ha resultado muy beneficioso para ella, desde todo punto de vista. Empezó a tener un acercamiento más cercano con estudios para tratar emociones y gestionar su respuesta a la enfermedad.

En noviembre de 2021 entró a una asociación similar, pero para pacientes de toda América Latina, donde recibió un curso para empoderar a los pacientes, gracias al cual, asegura, se marcó claramente un antes y un después en su condición.

El curso de cinco semanas fue impartido por SARE (Red de salud respiratoria), una ONG que dicta programas de formación gratuitos para pacientes, cuidadores y líderes de pacientes con enfermedades respiratorias crónicas, en áreas de habilidades para la vida y defensoría de derechos en salud.

Este curso le ayudó a internalizar que, así como en ocasiones, algunos médicos pueden ser fríos o parecer insensibles y limitarse a la ciencia, a un diagnóstico específico y se les dificulta comunicarse con el paciente en la forma en que este necesita dada su condición, los pacientes a su vez, no pueden limitarse a creerle al médico exclusivamente todo lo malo, porque si bien deben confiar en la ciencia, el que tiene la última palabra siempre es Dios, en quien sí deben creer y esperar.

Esa formación de cinco semanas, junto con otras incursiones en terapias alternativas y estudios de emociones, han logrado que Gloria tome conciencia de que el cuerpo humano es un conjunto de emociones que, si bien requiere de fuerza de voluntad, también necesita de fe y de esperanza.  En estos últimos años, Gloria comprendió la importancia de llenarse de ilusiones, de metas, de sueños y de proyectos, porque es necesario hacer que el cuerpo se sienta contento. Los pacientes deben asumir la responsabilidad de la “condición” que tienen, sin llamarla enfermedad y evitando victimizarse. Y Gloria lo ha hecho, ha aprendido a manejar el cansancio, consciente de que no puede hacer esfuerzos, por lo que, si tiene que subir dos escalones y descansar, lo hace sin problema, no pasa nada, pero eso no le impide ocuparse, investigar y mantenerse al día de los avances sobre lo que pueda favorecerla, ¿qué hacer? ¿cómo hacerlo? ¿qué novedades existen? ¿qué ejercicios le pueden ayudar?

Lo interesante, comenta Gloria, está en aceptar y asumir con alegría lo que pasa, porque es parte del plan de Dios en su vida; es entender y aceptar lo que le está sucediendo, de buena manera. Gloria le pide a la Virgen y al Padre Pio que le den la fuerza y la fe y se la dan… y con una ternura y una paz impresionantes, dice: “Y eso es lo más bello, que lo estoy logrando porque ellos me están ayudando, me están dando lo que les estoy pidiendo”.

Afirma que la vida debe verse como un milagro diario y hay que vivirla feliz… y si uno tiene las ganas y a Dios en el corazón, se puede lograr. Disfruta y agradece inmensamente la pureza y la autenticidad de sus nietos, los goza, se divierte, se ríe con ellos, son su fuente de alegría. Agradece porque sus hijos son profesionales exitosos, buenos hijos y se quieren y apoyan entre ellos. Agradece por sus padres y por sus hermanos… por sus amigos, en fin… su vida es permanente gratitud, nunca queja.

A lo largo de nuestra larga y rica video llamada, Gloria repitió varias veces, expresiones como “la alegría de vivir”, “una fe viva” y “soy un milagro viviente” y aunque no logré encajarlas en ningún párrafo en particular, puedo asegurar que lograron permear toda la conversación de un matiz sobrenatural, de una fuerza que solo puede venir de Dios. Y la primera enseñanza que queda sembrada en mi corazón con todo esto, es que Gloria no se enfoca en pedir curación física al mal que la aqueja… pide fortaleza, fe y esperanza para vivirlo feliz.

Y lo más más hermoso, es quedar con la certeza de que ella es realmente feliz, porque logra de una forma tan natural y genuina que lo creas, que no cabe ni la menor duda de ello. Gloria es optimista, resiliente, tiene fe y confianza, vive un día a la vez, pero no deja de soñar ni de disfrutar cada día que Dios le regala.

Yo sabía hace muchos años que Gloria tenía alguna debilidad en su sistema inmunológico, pero hasta ahí; no tenía ni la menor idea de lo difícil que le ha tocado vivir y aunque siempre la he conocido como una persona creyente, alegre y positiva, no conocía ni lo profundo de su fe, ni el crecimiento espiritual que había desarrollado a lo largo de estos años.

Millones de gracias Cristi, como te he llamado desde chiquita, cuando vivían en Casi-Tica en Caurimare y yo iba con Gonzalo, siendo novios, a visitar a sus tíos y primos. Gracias infinitas por este testimonio que ahora me hace entender por qué, al saber del proyecto que estaba iniciando, me escribiste con tanto cariño para decirme que, si servía para inspirar a otros, te encantaría contarme y ser parte de él. No me cabe la menor duda de que inspirará a muchos.

Y me quito el sombrero con Costa Rica, un pequeño país centroamericano del tercer mundo, con grandes debilidades como todos los demás. Y aunque si bien es cierto que se le llama la Suiza de las Américas y que ha avanzado en la medicina como ningún otro país en la región, dedicando un alto porcentaje de su presupuesto a salud y educación, confieso que el hecho de que tenga un Sistema Social de Salud fortalecido (la CCSS) y que funcionen tan bien, ONG como esas, capaces de dar este tipo de atención y formación a pacientes con enfermedades tan raras y serias, de las que se desconocen tanto las causas como la cura, sin duda alguna, mi respeto y admiración por los ticos, aumenta de manera significativa.

Deseo de todo corazón que las instituciones, ONG y todos los organismos competentes en el área, a nivel mundial, tomen conciencia de la necesidad existente de generar recursos, para la investigación científica de “condiciones” de salud como estas, pero que no se limite a la parte fisiológica, sino que se valore también en su justa medida y se dé la importancia debida, a la parte humana, al espíritu, a la mente, a todas aquellas consecuencias generadas por la patología, que aun pareciendo abstractas, son tan reales como el dolor físico que las causa, y que si se tratan debidamente, los resultados en los pacientes pueden ser extraordinarios y sorprendentes.

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Maucha.

Caracas, 22 de enero de 2022