¡FELIZ Y BENDECIDO VIERNES!
Cuando
creemos, sinceramente, que hemos hecho las cosas bien, que hemos actuado de
buena fe, que hemos desempeñado correctamente el papel que Dios nos ha
señalado, indicado y/o regalado, que hemos amado sin medida, aún sin haberlo
hecho a la espera de una recompensa, suele suceder que, la tendencia humana,
natural y espontánea, es sentir la necesidad de una retroalimentación a esa donación
auténtica de amor y buenas acciones.
Repito
lo mismo una y otra vez: “no hago las cosas bien para que me den un premio, me
agradezcan o me lo reconozcan; y no amo para que me amen”, y es un pensamiento
auténtico y sincero, pero también es muy propio, inevitable y natural de la
debilidad humana, esperar un mínimo de reciprocidad. Una persona no es
acomplejada, resentida o enrollada por sentir esto… Lo sé con certeza y lo
puedo afirmar, porque lo he visto, lo he palpado, lo he sentido y lo he
confirmado en muchas personas que solo necesitan un poco de empatía, compañía, una
palabra, un abrazo, un gesto de comprensión, de solidaridad, un empujón para
volver a quererse en un momento determinado en el que, por circunstancias
diversas, dejaron de hacerlo. Porque no es que no te quieras nunca, es que un
mal momento te puede hacer sentir que no te quieres y hasta que te odias, y eso
es normal, pero requiere de algo, de alguien, de cariño, de cercanía, aunque existan seres aparentemente superiores, tan maduros,
resilientes y seguros, capaces de superarlo todo solitos. A veces no
nos damos cuenta, pero puede ser el momento perfecto para acercarse a Dios,
por primera vez o para regresar si nos habíamos perdido en el camino… eso es lo
que Él quiere, porque siempre nos está esperando. Y tal vez esto nos lleva a
reflexionar sobre esas personas que parecen superar todo solos, sin ayuda de
nadie… ¿será que no estaban tan solos porque tenían a Dios en su vida?
En
el caso contrario, cuando esa retroalimentación no se da en quien, en su débil
y frágil humanidad la necesita, la tendencia suele revertirse y se convierte en
duda… Comenzamos a dudar si realmente lo hemos hecho bien o nos hemos
equivocado mucho y no nos habíamos dado cuenta, inclusive podemos llegar a convencernos de
que lo hemos hecho todo muy mal. Y la respuesta de las personas, espiritual y emocionalmente
elevadas suele ser: “No lo tomes personal, pudo tener un mal momento o
necesitaba su tiempo y su espacio, no tiene porqué pasar algo contigo”. Puede
ser muy cierto, y es muy fácil decirlo, pero creyendo que no esperabas nada, en
el fondo te hubiera gustado mucho recibir un abrazo, un beso, una palmada en la
espalda, un gracias, estoy muy orgulloso de ti, que bien lo estás haciendo, que
feliz estoy de estar aquí contigo y/o un sinfín de mínimos pero valiosos gestos
o expresiones… Estoy generalizando, aunque es tan simple y claro como que no es el fin del mundo, pero es,
perfectamente natural y comprensible y no pasa nada por sentirlo. Y la forma de
aconsejar a alguien para que salga de ese estado, no debe ser nunca, una
imposición, una crítica, una burla o un sarcasmo sobre su sentimiento, creyendo
que lo aliviamos intentando hacerlo reír o reaccionar fuerte, porque lejos de acercar, la
ironía puede alejar profundamente. Y vuelve a aparecer la posibilidad de una
presencia divina, así como un airecito fresco: “Si Dios está conmigo, ¿quién contra
mí?”.
El esfuerzo y constancia por crecer espiritualmente, nos recuerdan permanentemente que se hace el bien sin mirar a quien y sin esperar nada a cambio, y buscamos la excelencia personal, queremos ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto. Y entre los más entendidos en la materia, unos dirán que solo Dios es perfecto y otros que en la debilidad está la perfección, que pensar demasiado en uno mismo es soberbia, que decir que los demás hablan de mí, piensan en mí, me ignoran, me critican, es darme demasiada importancia o creer que la tengo realmente; que es prepotencia, porque tal vez ni se han fijado en mí. Y todo eso es muy cierto, pero justo aquí, si queremos acompañar a alguien que no está bien, la forma de expresarlo, juega un papel importante, porque si no se hace con prudencia y delicadeza, la ayuda podría abrir más la herida que cerrarla.
Sonó a "pa' lante y pa' trás" o a trabalenguas, lo sé, por eso lo llamé reflexionando y/o divagando... ¿Estamos hablando de cómo nos sentimos o de cómo se siente el otro? De las dos cosas, porque si soy empático, trato de entender cómo se siente el otro y si soy capaz de reconocer y entender cómo me siento yo, es más fácil superar lo que estoy viviendo y al mismo tiempo, entender y ayudar al otro ¿Mejor? ¿Más claro? O ¿demasiada divagancia? 😉
En
fin, el proceso de crecer en el espíritu, de enriquecer el alma, de vivir de
cara a Dios, solo se puede entender con caridad y humildad… Pero en la medida
en que más lo intentamos, parece costar más. Ser empático, esforzarte por compartir,
entender al otro, darle todo el amor que hay en ti y a cambio recibir
indiferencia, a veces puede resultar un puñalito en el pecho. Pero eso es
normal y no pasa nada. Lo importante es perseverar en el afán de ser cada día
mejor persona, esforzarnos por dejar de sufrir por todo, confiando en que Papá
Dios siempre está con nosotros y evitar juzgar a las personas, porque no
sabemos lo que llevan en su mochila, la situación por la que están atravesando, ni qué los hizo actuar de forma inapropiada o indolente.
Aún cuando hay cierta relatividad en todo, la verdad es que solo
estoy tratando de mostrar que, tan auténticos y válidos son los consejos de
quien sabe manejar la espiritualidad con sabiduría de cara a Papá Dios, como
natural es que no siempre podamos con todo y tengamos reacciones humanas que no
son las idóneas, más sí las que nos pueden hacer sentir horrible o hacer sentir
horrible a otro. Lo importante es vivir el momento, tal y como se siente, sin culpabilidad
por no estar haciendo o sintiendo lo que me haría ser mejor, pero al mismo tiempo, estar abierto a escuchar las palabras sabias que me ayudarán a entender,
corregir, superar y mejorar... Me encanta el “No pasa nada”, porque así es, no
pasa nada, inclusive cuando pasa todo. Quiero ser mejor, pero me caigo,
persevero, confío en Dios, me levanto, y sigo tratando cada día de ser mejor.
Debemos amarnos mucho a nosotros mismos, pero para ello hemos de conocernos primero, ser capaces de identificar nuestras cualidades y defectos, de reconocer fortalezas y debilidades propias y aceptarlas con humildad, lo bueno y lo malo, aceptarnos como somos y aprender a querernos así, tal cual, con lo bonito y lo feo. Y tratar de no caer en el desánimo, en el desaliento por lo que no nos gusta… No importa las veces que caigamos, lo importante es amar el proceso, y la caída solo como parte del mismo, pero sin darle a esa caída el protagonismo del que verdaderamente carece... es un pedacito de, no lo es todo.
Amo
dos frases que me parece se complementan maravillosamente, una es de San
Ignacio de Loyola y dice así: “Actúa como si todo dependiera de ti, sabiendo que en realidad
todo depende de Dios”;
y la otra es de San Juan Bosco: “Camina
con los pies en la tierra y la mirada en el cielo”.
Y
mi humilde interpretación es que, me esfuerzo por hacer las cosas bien, doy
cada día lo mejor de mí, busco amar, servir, acompañar y hacer felices a
quienes están a mi alrededor, practico la generosidad, la caridad y la empatía,
pero al mismo tiempo, me abandono en las manos de Dios, confiando en que todo se dará, según su voluntad, que siempre será mejor que la mía. Intento poner
sellitos al pasaporte al cielo, con la certeza de que llegaré y entraré, solo
gracias a su misericordia y no por mis propios méritos, porque yo solo le doy
una ayudita. Se trata de buscar el cielo en la tierra, trabajando duro, con la
confianza puesta en que Dios está conmigo y suple mis debilidades que, por
cierto, son un montón.
Solo
ideas mezcladas que tenía en el corazón, que intenté conectar entre sí, que el
Espíritu Santo me inspiró y quise compartir, entre reflexionando y/o divagando, tal
cual fueron llegando. Seguimos…
“No
veo la miseria que hay sino la belleza que aún queda”. Ana Frank.
Si
te gustó, me encantaría que lo comentaras y compartieras. No sabemos cuándo, unas
líneas pueden ayudar a alguien que las necesita.
María
Eugenia Álvarez Brunicardi (Maucha).
Querida Maucha: qué lindo divagar en este tema. Me identifico con esto pues lo he experimentado y a veces me ha pasado que aún cuando trato de ser empática con otros, no logro llegarles al corazón e inspirarlos. Pero no importa, hay que respetar los sentimientos y procesos de cada persona. Por mi parte, vivo con la certeza de que pongo todo de mi parte para superar momentos difíciles y lo logro gracias a la ayuda de Dios. No tengo la menor duda de que Dios es quien me protege en todo momento y supero todo gracias a Él. ( Cristy)
ResponderBorrarPrima querida, siempre con tus acertadas palabras. Bendiciones
ResponderBorrarGracias Maucha por tus reflexiones y divagaciones!!!! Con las cuales me identifico. Algo que me ha ayudado mucho en ese tipo de situaciones es encomendarme a mi Angel de la Guarda y ponerme en manos del Espiritu Santo para que me inspire como actuar, pensar, decir y callar.
ResponderBorrarMaucha tus reflexiones y divagaciones vienen en estos tiempos que vivimos como anillo al dedo… !! 💝💖💥🙏🏼🇻🇪
ResponderBorrarQue reflexión tan bonita. No dejes de divagar que nos haces mucho bien. Gracias
ResponderBorrarUff!! Mau divagué entre tus sentimientos y los míos , cuántas verdades expresadas como siempre con tanta majestuosidad , eres increíble!! Hoy precisamente después de sentirme agobiada por situaciones propias de la vida tus divagaciones han sido el punto mágico que me sirve de aliento para abrazarme y alentarme a continuar enfrentando con animo y bajo el cobijo de Dios todas las dificultades o pruebas que día a día debo sortear , gracias amiga !! Me siento fortalecida ,tus divagaciones y las mías me impulsan a ser mejor cada día .Me encantó y me conectó de manera positiva para continuar transitando por el camino de la fe y corroborar que estamos poniendo sellitos al pasaporte con destino al cielo.
ResponderBorrarSigue aportándonos energía a través de tus publicaciones. (Elia)