LUNA, UN CUENTO DE PRIMAVERA

¡Feliz primer sábado de agosto! ¡Bienvenidos a la publicación número 14 de Mabrelatos!

Hoy vamos con un paréntesis... un plancito diferente de verano, tipo vacaciones...

Hace algunos días, encontré tres hojas tamaño carta, escritas en comic sans, el tipo de letra que me encantaba y usaba para todo en otra época, hace mucho, no sé cuánto… Se trata de un cuento que escribí cuando daba clases de Religión en el Instituto Andes. Como también trabajábamos las virtudes, recuerdo que las catequistas acordamos escribir cada una, un cuento relacionado con una virtud. Tal vez fueron inventos míos, es muy probable, jajaja. No se si todas lo hicieron, pero aquí encontré el mío, guardado entre otros papeles, arrugado, viejito y amarillito… Y me conmovió profundamente, porque el tema era la autenticidad, virtud que, al día de hoy, detecto fácilmente, valoro y agradezco inmensamente en una persona… aunque al mismo tiempo, reconozco que hubo en la cabeza de "la Maucha que escribe hoy", una mezcla de percepciones encontradas, entre lo “cuchi” y lo “cursi” 😂, que me resultó un poco rara, pero muy graciosa, como si leyera algo que no escribiría hoy.

Aunque desvirtúe un poco mi concepto tradicional de relatos, con un cuento para niños, que probablemente hoy, escrito por mí, tendría tanto una forma como un fondo muy diferentes, no quiero dejar de compartirlo, tal cual lo escribí en aquel momento, porque es una faceta que ni yo misma recordaba, pero que me hizo mucha ilusión revivir. 

Así que, de mi pluma de antaño, para mis alumnitas de 8 años... sin nombre ni espera, les regalo “Luna, un cuento de primavera”, texto "mayorcito", que apareció a mi vera. 😂

“Margarita Rosa Del Jardín Florido, era una niña muy buena, estudiosa, responsable y cariñosa, a la que le gustaban muchísimo los animalitos. Cuando cumplió 8 años, su papá, el Sr. Geranio Del Jardín y su mamá, la Sra. Violeta Florido, le regalaron dos mascotas:

Una era un perro grande, alto, fuerte, de colores marrón y mostaza, con dientes grandes y afilados… y Margarita lo llamó SOL. La otra, era una perrita pequeñita, peludita, blanca, con dientes chiquiticos… y Margarita la llamó LUNA.

Sol era un perro guardián para cuidar a Margarita. Luna era una perrita con la que Margarita solo podía jugar.

Luna se sentía muy triste, porque cuando Margarita salía, no la dejaban llevarla con ella, por ser muy pequeñita y no poder cuidarla. ¡Sieeeeempre iba Sol!

Luna no estaba conforme con ser como era, quería ser grande, fuerte y capaz de defender a Margarita, como podía hacerlo Sol. Esto no le permitía ser auténtica, ser ella misma y mucho menos, feliz.

Hasta que un día, estando Margarita sola en su casa,  se cayó en su cuarto, por estar montada en una silla para alcanzar un juguete y se clavó la punta filosa del mismo, que se rompió al caer junto con ella. Se hizo una herida muy grande en la pierna y comenzó a sangrar y a gritar pidiendo ayuda. Los dos perros que estaban fuera de la casa, la oyeron gritar. Sol comenzó a ladrar, pero nadie lo escuchaba. Y ¿sabes lo que sucedió? Pues que Lunita, que cabía entre las rejas del jardín, por ser pequeñita, salió corriendo y se fue a la casa de la vecina, la Sra. Tulipán Del Campo... ladró, ladró y golpeó muy fuerte la puerta con sus paticas, hasta que finalmente, ésta la oyó y le abrió. Entonces Luna se guindó fuerte e insistente de su pantalón, hasta llevarla a la casa de Margarita.

Cuando llegaron a la casa, se coló de nuevo por entre las rejas, busco las llaves que estaban debajo de la alfombrita de la entrada y se las llevó a la vecina, para que pudiera entrar a ver a Margarita.

Entró entonces a la casa la Sra. Tulipán, subió al cuarto de Margarita, vio su herida y preocupada, llamó a una ambulancia. Muy pronto llegaron los paramédicos, atendieron a Margarita, curaron su herida y dijeron que afortunadamente habían llegado a tiempo, porque estaba perdiendo mucha sangre.

Cuando llegó Violeta, la mamá de Margarita y escuchó la historia, se sintió muy feliz de que su hija ya estuviera bien, agradeció a su vecina por todo lo que hizo; y juntas, Margarita y Violeta, dieron gracias a Dios de tener una perrita tan inteligente, ágil, valiente y noble, que salvó a Margarita de algo que pudo haber sido mucho peor. Por supuesto, Margarita Rosa, también entendió que no podía subirse sola a una silla para buscar nada. 

Desde ese día, Luna comenzó a ser auténtica, segura de sí misma, feliz y agradecida de ser lo que era y como era. Ya no deseaba ser diferente, simplemente era ella y eso era bueno. Comprendió que Papá Dios nos hace ser como somos, siempre por alguna razón.

Si estamos contentos y conformes con lo que somos y aceptamos los planes que Papá Dios tiene para nosotros, aunque no los conozcamos o no los entendamos, podemos ser transparentes, auténticos, sin máscaras y por supuesto, muy felices".

Sin salir de contexto, les dejo dos frasesitas oportunas:

"Se tú mismo, los demás puestos están ocupados". Oscar Wilde.

"La autenticidad no es tratar de ser mejor. La verdadera autenticidad es mostrarse, sin juicio, sin temor a ser descalificado". Guillermo Borja. 

Me encanta describir lugares que he visitado, narrar situaciones que he vivido y contar sobre personas que he conocido. Y la verdad, no me imagino inventando o creando de la nada, historias, personajes o situaciones; pero al mismo tiempo, me encantaría escribir cuentos o algo más, no se... tal vez basados en hechos reales. El gusanito de la curiosidad anda rondando mi cabeza. ¿Desvariando? 😉 Ahí les dejo eso, jajaja, para que me escriban sus opiniones.

Y recuerda que las cosas cambian para bien, cuando la gratitud es mayor que la queja, lo certifico.

Si te gustó, por favor comparte con quien creas puede disfrutarlo. Sígueme en el blog mabrelatos.blogspot.com, donde estaré publicando los sábados, cada quince días y en Instagram @mabrelatos, donde recordaré los días de publicación.

¡Nos vemos el sábado 20  de agosto, con un nuevo relato, si Papá Dios lo permite!

Caracas, 6 de agosto de 2022

Maucha.