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LAGUNILLAS

¡FELIZ Y BENDECIDO DOMINGO!

¡Bienvenidos a mi relato N° 32!

Viene de Cardón II… 

Y llegamos a Caracas en agosto del 82, felices de estar cerca de la familia y de que los abuelitos pudieran disfrutar de los nietos, pero la idea no es contar de nuestra vida en Caracas, sino recordar anécdotas de campos petroleros, que sería lo “original”, por darle algún calificativo. Así que allá vamos...

Después de diez meses en la capital, sí, sin llegar al año, añorando un poco la tranquilidad de vivir en el interior, le ofrecieron a Gonzalo regresar a los campos, específicamente a la  DOP (División de operaciones de producción) en Lagunillas, población  situada en el municipio Lagunillas, estado Zulia, ubicada por debajo del nivel del mar, con una temperatura promedio que sobrepasa los 30°C, con más de 50% de humedad y cero brisa ¡Mmm que rico!!! ¡Fresquitooo!!! A propósito de ese calor y esa humedad, el único lugar que, muchísimos años después, me recordó a Lagunillas, apenas bajarme del avión por primera vez, fue Panamá.

Y a esa tierra caliente y húmeda nos fuimos, con nuevas ilusiones y nuestros dos muchachitos a cuestas. Nos asignaron un palafito de madera, así como lo leen, un palafito como los que construían los indios sobre estacas en el Lago de Maracaibo, pero éste, elevado sobre tierra. Cuando nos mudamos tendría más de 40 años, pero la verdad es que estaba muy bien mantenido y era muy cómodo. 

Gonza y Gise

En el palafito de al lado vivían Nicola (†) y Janeth Sata, con sus hijitos, mayores que los nuestros. Compartimos momentos muy lindos con ellos; guardo gratos recuerdos de esa familia, excelentes vecinos.

En Lagunillas, las tuberías de las casas estaban muy cerca de la superficie y el sol las calentaba tanto, que no hacía falta calentador para bañarse, porque el agua salía tibia, inclusive de noche.

En Cardón y en Caracas, acostumbraba a sacar las maticas una vez por semana para regarlas y que recibieran luz y aire natural. En Lagunillas, lo hice una sola vez, porque las saqué en la mañana y en la tarde estaban completamente achicharradas.

Mi sobri-ahijada Mónica de visita.
Entrada del palafito
Intenté que Gonza hijo, fuera a natación en el club Carabobo, el club de la compañía, pero eso duró muy poco, porque entre el agua también tibia de la piscina, por la temperatura ambiente y la cantidad de niños que se metían en aquella «sopa», más los cambios de temperatura tan bruscos, del aire acondicionado al calor exterior y viceversa, mis chamos tuvieron todas las «itis» habidas y por haber… amigdalitis, otitis, rinitis, conjuntivitis y siempre con fiebre alta y mocos que parecían no acabarse nunca.

Los animales nunca han sido mis mejores amigos ni motivo interesante de conversación, pero al hablar de Lagunillas, el asunto se convierte, al menos para mí, en tema imperativo que amerita, inevitablemente, unas cuantas líneas… «De modo pues que», como decía mi papá, aquí comienzan esas líneas…

La primera vez que prendí el carro en la mañana, salieron del motor o debajo de él, no sé exactamente de donde, como 100 mariposas negras, esas que en el Zulia le llaman taras… No sé qué fue más fuerte, si la grima, el asco, la impresión o el susto… Pensé que no podría con aquello, pero pude….

Gonza y Gise
Como les conté, el palafito era de madera… Un día, un pájaro carpintero, parece que, en busca de taller, se decidió por nuestra casa; persistente y con su afilado pico, comenzó la labor hasta que abrió un agujero en la pared, alto, a nivel del cielo raso, que era como un techo intermedio. ¿Y quién creen que entró por el huequito esa noche? Un enjambre de abejitas… y suponemos que, con el calor de las luces de neón, murieron todas, porque amanecieron esparcidas por el piso de la sala cual alfombra que lo cubría. Fue horrible, pero pasó…

De vez en cuando intentaba salir a caminar un rato con los niñitos, buscando siempre la hora menos caliente y con menos sol. Gonza iba en su triciclo y Gise en el coche de bebé. Pero a pesar de aquel calor, les tenía que poner pantalones largos, porque la plaga era tan horrible que tenían las piernas destrozadas por las picadas.

Caminar después de las 6:00 pm, era lo ideal porque había bajado el sol y el calor no era tan fuerte. Pero para mí, eso era imposible, porque ya a esa hora, los murciélagos volaban en bandada, bajo y rápido. Nunca tan bajo como para rozar a la gente, pero yo agachaba la cabeza, esquivándolos, con pánico real. Ahora lo recuerdo como si viviera una experiencia inmersiva en una película de terror… En modo avance tecnológico, sería como una escena en metaverso con murciélagos… Y en los muros que había entre las casas, que no eran muy altos, desfilaban despacio y con gran porte, los horripilantes rabipelados. ¡Que bichos tan feos! Así que no, muchas gracias, después de esa hora, por una razón o por otra, nos salía bañito y encierro en el aire acondicionado.

Una noche, sentimos un ruido en el closet del cuarto de Gise y cuando Gonzalo se asomó por una rendijita con la linterna, lo que vio fueron cuatro ojos. ¡Ay mamá! Esa noche, dormimos los cuatro, encerrados en el cuarto de Gonza. Gonzalo amaneció llamando a servicio de campo, que gracias a Dios era un departamento que funcionaba bastante bien… e inmediatamente, había una cuadrilla de camionetas pick up paradas frente al palafito… Pues resulta que el ruido que escuchamos la noche anterior, era un rabipelado que había entrado al closet por un hueco del cielo raso ¿Qué tal? ¡Más chéeeevere!

Gonza y Gise en sus columpios en el jardín del palafito

Varias veces se dañó la secadora y cuando llegaban a revisarla, encontraban un rabipelado muerto en el filtro. Les encantaba nuestra casa pues. 

De noche, caminaban murciélagos sobre el cielo raso, no los veíamos, pero se sentía el tiqui tiqui, prácticamente sobre nuestras cabezas ¡Que miedo! De verdad, fue horrible para mí, pero lo superé… Hasta aquí los cuentos de bichos feos que dan susto y asco.

Un día, Gise, de dos años, bailando thriller de Michael Jackson alrededor de una mesa rectangular de vidrio, perdió el equilibrio y su frente fue a dar contra una esquina de la misma. El sangrero era realmente escandaloso. Gonzalo estaba más nervioso que yo, por lo que me tocó manejar hasta el «dispensario» y él, en el asiento de al lado con la muchachita cargada, llorando, cabeza envuelta en un pañal de tela. La calmada entonces, era yo, hasta que llegamos y vi al médico, cuya apariencia me resultó lo menos parecido a la imagen de galeno que había en mi cabeza.  Aunque creo que era solo mi percepción por los nervios y la angustia, reconozco que casi me da algo. Yo tenía solo 25 años y estaba viendo a la persona que cosería la cabeza de mi bebé; eso era todo, pero para mí, en ese momento era bastante. Y cuan expresivo debió ser mi lenguaje facial y/o corporal, unido a la blanca palidez que asumo me acompañaba, para que, sin haber emitido palabra alguna, el médico dijera: «pero la señora no puede entrar, está muy nerviosa, parece que se va a desmayar». En fin, no me desmayé, pero tampoco entré… le tocó a Gonzalo que ya estaba más tranquilo, mientras yo me desintegraba afuera, sola, durante el ratico que duró la cosa, que fue poco, pero se hizo eterno. Gracias a Dios, todo salió perfecto. 

Primer año de Gise- Cocina del palafito

Entre las cosas divertidas, recuerdo que cuando llegamos a Lagunillas, estaban a punto de eliminar la tarjeta de comisariato, una novedad que tuvimos tiempo de disfrutar en dos oportunidades. Lo único que sé, es que con la tarjeta, le correspondían 120 plátanos mensuales a cada trabajador, sí, leyeron bien, 120 plátanos. Yo no sabía qué hacer con aquello, aunque parezco maracucha, por lo que me gusta el plátano, pero 120 en un mes para nosotros cuatro, era un exabrupto. Alguien nos recomendó pelarlos y meterlos al congelador en bolsitas clic y eso hice. Nunca era lo mismo, pero igual se freían, se horneaban o se hacían en dulce… Una torta de plátano hubiera quedado divina, pero ya eso era otro nivel para mi ignorancia culinaria.

Teníamos en el jardín, una frondosísima mata de deliciosos manguitos de bocado, que daba sendas cosechas al año, tan abundantes, que alcanzaban para disfrutarlos y regalar.

La bodega que nos quedaba cerca se llamaba La Chejendina. No era lo más limpio del mundo, ni con el aroma más agradable… bodega al fin pues, pero recuerdo que el jamón de pierna y el queso palmizulia eran de los mejores que he comido en la vida.

La Puerta- Trujillo

Contábamos con un desahogo extraordinario que era ir a pasar el sábado o el domingo en La Puerta, población turística y capital de la parroquia del mismo nombre, perteneciente al Municipio Valera del estado Trujillo, como a dos horas de camino en carro, pero valía la pena, porque resultaba un cambio de ambiente maravilloso, digno de contemplar y disfrutar, especialmente por su clima de montaña, donde podíamos comprar verduras y fresas cultivadas en la zona. Cada cierto tiempo, teníamos la opción de pasar el fin de semana, llegando  a unas casitas vacacionales de la compañía, muy cómodas y agradables. Un día, descubrimos un restaurant divino en un sitio escondido llamado La Lagunita, donde comíamos unas truchas espectaculares del criadero que tenían en el mismo lugar y una ensalada César de las mejores que recuerdo haber probado. Otro lugar que visitamos es la Mesa de Esnujaque, también en Trujillo, población conocida como la perla del Turismo de los Andes, situada a unos 50 Km de la ciudad de Valera, donde solíamos quedarnos en el hotel Tibisay.

La Lagunita- La Puerta- Trujillo

Otra opción para cambiar de ambiente era ir a Maracaibo, capital del estado Zulia, lo que hicimos pocas veces, para almorzar, dar una vueltica por el paseo del Lago, curiosear el mercado de las Chinas y de vuelta otra vez para atrás, con aquel sol y calor inclementes que agotaban y daban sueño. En otras ocasiones, ese regreso a casa, fue acompañado por aguaceros con tormenta eléctrica, cuyos rayos, aunque había leído, escuchado y visto fotos sobre el relámpago del Catatumbo, fue allí donde confirmé que era real. ¡Naturaleza que inspira respeto, para cerrar los ojos!

A lo largo de los casi dos años en el Zulia, a Gonzalo le tocó viajar mucho por trabajo, a lo largo de la Costa oriental del Lago… Bachaquero, Tía Juana y Puerto Miranda. Salía antes del amanecer y regresaba muy tarde en la noche, pero gracias a Dios, siempre podía llegar a dormir a Lagunillas.

No todo fue malo, pero lo bueno, maravilloso, grato, gratísimo, lo he dejado para el final… la gente linda que recuerdo… Cuando llegamos, la única persona que conocía en el campo, era a Esther Esté, desde Cardón, que ahora vivía en Lagunillas. Siempre tan atenta y especial, hizo un «café» de bienvenida para varias señoras recién llegadas, entre las que me incluyó. Fue una tarde muy linda y agradable en la que conocí a muchas personas, que en este momento no puedo recordar. Solo a una en particular, que era nada más y nada menos que la amiga de Esther que vivía en New York y que le recordaba tanto a mí, por el muchachito, la coca colita y el cigarrito. ¿Se acuerdan? Bueno, resulta que hacía poco los habían transferido a Lagunillas. Y esa señora resultó ser Ann Dolores Green de Rojas, mi queridísima Andy, quien ha sido mi gran amiga, hermana del alma y de la vida, supervisora,  almas gemelas, desde hace más de 40 años, que nos entendemos con pocas palabras o solo con gestos... Al rato llegó Carlos, su esposo, maracuchísimo, queridísimo y más tarde Gonzalo. Al poco tiempo, me comentó Andy que, al salir de casa de Esther, Carlos le comentó: «Ellos me recuerdan tanto a nosotros hace unos años». Son un poquito más «grandes» que nosotros, solo un poquito. Ese día nació una amistad para toda la vida. Con mi pobre capacidad de síntesis, no terminaría nunca de escribir los cuentos con los Rojas en Lagunillas... sus tres hijos bellos, Aida Nora, Carlos Jesús y Gustavo Antonio, se convirtieron en nuestros sobrinos queridos. Y nuestros hijos, en sobrinos de los Rojas. Gustavo, el famoso Gussy, de la misma edad de Gonza, ameritaría un relato entero por lo terrible que era, yo le tenía pánico; con 3 años se fue en bicicleta y se perdió, y mientras Andy lloraba, él apareció tan tranquilo, mucho rato después, no recuerdo dónde, solo sé que solía entrar a las casas vecinas, como Pedro por su casa a pedir pan. Unos de los vecinos que Gussy visitaba, eran nuestros queridos Polo y Olga Aguerrevere, familia espectacular,  de las pocas parejas con las que coincidimos en ambos campos y con quienes aún mantenemos relativo contacto, de esa gente, que lejos o cerca, siempre recordamos muy afectuosamente. Gise, de un año y medio, amaba ir a casa de Andy; puedo cerrar los ojos y verla quitar las bolitas del inmenso árbol de Navidad y meneándolo todo y tanto, que daba la impresión de que caería al suelo cuan largo era, lo que gracias a Dios nunca ocurrió; también recuerdo que le encantaba, sacar la tierra de las matas, regarla por el piso y reírse a carcajadas, como la gran diversión. Y yo, moría de vergüenza.

En Lagunillas conocimos a los Sykora, quienes vivían en un palafito cerca, en una calle paralela. Vladimir (de origen checo) y María Teresa (de origen lituano, barquisimetana rajada), una hermanita de la vida, muy, muy, pero muy especial y queridísima, mi psicóloga particular, 😉 con quien tengo contacto semanal fijo, en el lugar del mundo donde nos encontremos cada una. Y de tal palo, tal astilla… sus cuatro hijitos: Adriana, Nena, Vladi e Isabelita, todos muy bellos, catires, caucásicos, los propios musiúes. Recuerdo que Nena, en algún momento, llegó a ser una baby sitter muy especial de nuestros hijos. Imposible olvidar a la gata blanca de María Teresa, peluda, elegantísima, que abría la puerta con la cola.

Conocimos a César y a María Isabel De Lajara, nuestros queridos amigos peruanos, que entonces no tenían niños, porque su pequeño César Augusto nació un tiempo después, cuando vivíamos en Cardón. Mari es de las pocas personas con quien nunca he perdido contacto, porque, aun cuando nos distanciemos por semanas, meses y hasta años, al volver a hablar parece que nos hubiéramos visto el día anterior, las mismas amigas queridas de siempre. Coincidimos después en Cardón. En cualquier sitio donde la recuerde, vienen a mi memoria, largas, ricas e inolvidables mañanas o tardes de cafecito, cuentos y manualidades.

También conocimos a los Boscán, Romer (†) maracucho y su esposa Olga Flores, guatemalteca, con su hijito Luis Rafael. Con Olguita, compartí bastante y como me ha ocurrido con tantas personas, nos perdimos y dejamos de saber una de la otra por muchísimos años. Reconectar en los últimos meses a través de la tecnología, ha sido muy lindo. Me veo sentada en el comedor de su casa, almorzando con mi mamá (†), que estaba pasando unos días con nosotros, su mamá (†), su hermana Lily y su tía Lalita (†) quien preparó los ricos tamales que degustamos ese día.

Esto se hizo largo. Sufi por hoy… Recordar es vivir… Continuará o no…

No olvides pensar, oír, contar lo bueno y hacer que la gratitud pase al siguiente nivel, porque las cosas cambian para bien, cuando la gratitud es mayor que la queja, lo certifico.

Por favor, ESCRIBE TU NOMBRE en el comentario, si no quieres que aparezca anónimo. Muero por saber quien escribe comentarios tan lindos que no se de quien son.

Nos vemos en quince días, Dios mediante.

María Eugenia Álvarez Brunicardi.

 

Caracas, 3 de marzo de 2023

 

Comentarios

  1. Demasiado buena la historia de hoy.
    Me encantó. Sufrí y me reí también.
    Demasiados cuentos tuyos q ya ni me acordaba. Recordar es vivir!!!

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  2. Que de recuerdos maravillosos , porque es cierto en los campos podemos haber sufrido pero que maravillosas personas conocimos y cómo bien dices se convirtieron en familia- hasta el día de hoy !! Tía Maucha y Tío Gonzalo para mis hijos siempre !!
    Andy

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  3. Vía whatsapp: "Mauchita querida: cuanto he disfrutado estos relatos de Lagunillas y Cardón. Me encantan, eres una bendecida pudiendo escribirlos, expresando alegría y gratitud!! "

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  4. Elia Ferreira .
    Como dices tú "Recordar es vivir" ,no tienes ideas de cómo me he gozado este relato, en verdad nunca me imaginé que tú, tiempo atrás hayas vivido en zonas rurales y sobretodo que hayas convivido con animalitos a los cuales yo les tengo grima y hasta miedo,ja..ja .me imagino los rabipelados (pues por estos lados de Mariches es usual verlos ) .
    Igualmente, al ir adentrándome en el relato pude conectarme con experiencias vividas en Pedernales y Capture dos pueblitos en el Delta Amacuro los cuales visitaba por motivos de trabajo y para llegar hasta allá tenía que tomar una lancha y viajar sobre el Orinoco tres horas Qué recuerdos!! . Logré conectar tus vivencias con las mías ; vivencias qué no había evocado y las tenía guardaditas en un rinconcito del corazón, que lindo poder sacarlas a flote gracias a tí.
    Es gratificante poder conocer más de tí y al mismo tiempo conocer sitios maravillosos a través de tu narrativa, infinitas gracias querida Mau tus relatos además de divertidos son muy didácticos.
    Dios te bendiga,te admiro mucho!!

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  5. María Teresa Sykora
    Oh Mau querida, solo tú puedes hacer que sintamos las mismas sensaciones de tantos años atrás, recuerdos de ese hermoso campo petrolero que nos regalo tantas cosas bellas, en una juventud q pensábamos sería eterna … pero lo que sí es eterno son las bellísimas amistades que cultivamos en esas queridas y ricas tierras zulianas …
    Gracias por mencionarnos en tu relato, donde se plasma aquello de que “recordar es vivir”…
    Felicitaciones por tu extraordinaria memoria, por tu capacidad de transmitir nobles sentimientos, por el humor, tu naturalidad y ese toque tuyo tsn especial …
    Gracias por todo y por tanto y que Dios te bendiga y te siga iluminando !!!

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  6. Vía whatsapp: "So me he podido reir con este relato Mau! 😂😂😂😂. Ni me imagino tu terror con todos esos bichos! La Niña consentida de Caracas pasando trabajo y creciendo con sus muchachos! Que belleza. Esas aventuras son las que han hecho ese matrimonio tan fuerte. Que belleza! Wow, no sabia que habían conocido a Andy y familia ahi…el destino las llevo a ese lugar para que se conocieran 💕"

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  7. Vía whatsapp: "Terminando de leer tus 2 relatos, el de Cardón y el de Lagunillas. Impresionada con todo lo que cuentas, el nacimiento de Gisela en Cardón, los rabí pelados y murciélagos en Lagunillas casi muero, yo no hubiera podido, les tengo terror, tu casita de madera como tu la describes como un palafito, las familias que conociste que hicieron esas amistades para toda la vida como Andy y María Teresa, que bellas!! Waoo!! Que cantidad de aventuras vividas en esos campos petroleros. Disfruté muchísimo leyendo e imaginándote en cada situación".

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  8. Vía whatsapp: "Mau que relato tan hermoso, lleno de gratisimos momentos.
    Me gustó mucho la manera como
    lo redactaste. Me siento identificada con el pánico hacia los animales".

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  9. Disfrutar de cada anécdota, comentario o recuerdo vivido por usted al lado de su familia hace que atesore cada momento al lado de mi familia y fije cada recuerdo con alegría y agradecimiento por la experiencia vivida Gracias Sra. Maucha "

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  10. Vía whatsapp: "Que de recuerdos!!! De verdad todos los bichos que vimos y convivimos 😅😅😅😅 cómo haces para recordar tantas cosas????? Te felicito".

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  11. Que bellos tus relatos tantos detalles que parece que los estamos viviendo.
    Me encanta leerte y muy orgullosa de ti.
    Hildy

    ResponderBorrar
  12. Mau, de verdad que la experiencia de Lagunillas ha quedado super gravada en tu memoria .....Ese zoológico de bichos tropicales , difícilmente se olvidan...y conociéndote imagino las angustias con cada animalito...Que lindo que nacieron y aún se conservan, tantas amistades hermosas y profundas por estos parajes.

    ResponderBorrar
  13. Es que no dejo de impresionarme de la memoria que tienes y además la capacidad de transmitir lo que recuerdas ¡Qué don! Lo viví todo!!! Lo sentí todo!!!
    No puedo dejar de decir que qué emoción saber que vivieron por mis tierras y que fue en el Zulia en donde nació la amistad con los Rojas.
    También me quedé pensando que este block es una herencia para tus nietos.
    Te quiero con todo mi corazón, te admiro y quisiera tener un poquito de lo que tienes tan bello en tu corazón.

    Espero la segunda parte!!

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  14. Mau, es increíble la memoria qué tienes te felicito cuantos recuerdos!!! es verdad los bichos en Lagunillas me daban terror sobretodo los rabipelados son muy feos; pero a pesar de todo tengo maravillosos recuerdos de esos tiempos tan lindos y sobretodo de esas lindas amistades qué pude cultivar entre ellas la tuya que es tan linda ; te felicito amiguita por tus relatos tan bellos
    María Isabel

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