Espero que hoy haya fiesta en el Cielo
por su cumple. Por mi parte, creo que no podría homenajearla mejor desde la
Tierra, escribiendo este relato sobre la vida de una costarricense espectacular
y su proyecto humanitario, ambos basados en el poder del amor, los que me
recuerdan tanto, al caminar inquieto y a la entrega desinteresada de mi mamá.
Hoy les contaré sobre Maris Stella Fernández, a quien no tengo el placer de conocer personalmente. La contacté, a través de Gloria Cristina, mi prima tica, queridísima, mi segundo relato del blog ¿La recuerdas? Si no has leído: “La alegría de vivir”, no dejes de hacerlo; su fe y resiliencia, son de los más hermosos testimonios de vida que conozco. Gloria me habló de ella, limitándose a contarme que eran amigas del colegio, que tenía un proyecto bellísimo y era una persona muy interesante; que conversara con ella y decidiera. Así lo hice.
Luego de escuchar el Jueves Santo por
la mañana, vía zoom, a Maris Stella, durante dos horas, -que se hicieron
cortísimas- y conocer un poco sobre su vida y sus proyectos, realmente no
podría estar más agradecida con Gloria y con la Virgen, por ponerla en mi
camino.
A través de la pantalla, pude ver a una
mujer sencilla, de una expresividad extraordinaria, una sonrisa espontánea y
una fluidez al hablar, con su rico acento tico, que denotan coherencia,
seguridad y convicción en lo que transmite.
Maris Stella, nació en San José de Costa
Rica, creció en una familia numerosa, es la cuarta de siete hermanos. Está
casada hace 27años con Jorge Cornick Montero, tiene un hijo de 24, Tomás, que estudia medicina en Costa Rica y
una hija de 22, Manuela, que estudia Actuación, en Elon University, Carolina del Norte.
Fue emocionante escuchar a Maris Stella
hablar de su infancia, con un entusiasmo contagioso y una admiración
conmovedora por su mamá, cuando se refiere a ella como una mujer buenísima y
brillante, con unas ganas muy grandes de hacer familia. Cuenta que su casa
siempre estaba llena, era el centro de operaciones de las actividades de los
hijos; contrataba una profesora de ballet, para que recibieran clases y formaba
grupos con las hijas de sus amigas; como era catequista, les enseñaba
catecismo; preparaban canciones, pastorelas, campañas políticas de escuela, de
colegio y villancicos para dar serenatas a la Virgen, al presidente de la
República y al Papa, cuando estuvo en Costa Rica. Era sumamente activa y les
desarrolló una gran pasión por los grupos grandes y por la organización de
eventos. Los bailes de quince años en su casa eran de campesinos, donde no se
bailaba el vals, sino bailes típicos, y cuatro semanas antes de la celebración,
invitaban a las parejas para enseñarles el baile típico. Su madre les fue
creando una mentalidad de darle importancia a todo lo relacionado con hacer
comunidad y de que los jóvenes interactuaran de una manera suelta, alegre,
divertida. Y ese fue el mundo del hospedaje, de los hijos y de las hijas, en el
que creció Maris Stella.
Y todo esto, hizo que ella y sus
hermanos, se convirtieran en personas flexibles, que aprendieran a compartir, y
también a cambiar de plan cuando era necesario, pero sin que se sintiera que
estaban cambiando de plan.
Su mamá era miembro de la prelatura del
Opus Dei. De pequeña, Maris, junto a sus hermanas, asistían a un club de la
Obra donde iban a paseos, jugaban, compartían con amigas, recibían formación y
disfrutaban mucho. Era un lugar donde se sentía apreciada y segura, sin
importar cómo fuera o pensara, y esa seguridad, le ayudó a forjar su
personalidad.
Estudió en los colegios La Salle, Sion
y Calasanz. Cuando terminó el bachillerato, comenzó a estudiar Derecho,
Economía y Ciencias Políticas, simultáneamente. Se retiró de Economía y
Ciencias Políticas porque no le alcanzaban las horas de la semana para
estudiar, hacer danza y participar en política universitaria; y finalmente se
graduó en Derecho y Periodismo, que era lo que le gustaba realmente y con lo
que se sentía identificada.
Trabajó como Periodista en diferentes
medios de comunicación, prensa, televisión y luego en política electoral, con
un candidato a la presidencia que no ganó las elecciones, pero cuyo partido, le
brindó los contactos para poder trabajar luego en una empresa de relaciones públicas.
Como no tenía trabajo, aceptó la labor a pesar de que al principio lo percibía casi
como un insulto, porque sentía que no era aquello para lo que la habían
formado. Pero al final, luego de trabajar un tiempo en el área, se le abrió un
mundo nuevo, ya que entendió que a los periodistas los preparaban para informar
lo malo, para dar una visión negativa, más hacia gobierno y política. En
cambio, las relaciones públicas le enseñaron que la vida cotidiana estaba hecha
del sector privado y se trataba de contar lo bueno. Cuando empezó a darse
cuenta de ello, se le abrió un universo, además de que ahí, empezó a entender
que lo que hacía su mamá eran relaciones públicas y que era una profesional del
área, sin haber estudiado.
Cuando dejó de trabajar en esa compañía,
a los 31 años, decidió comenzar Eureka, empresa de comunicaciones que le ha
dado de comer, desde hace 27 años; con cuatro colegas, en un cuarto en la casa
de sus padres, con un escritorio, una computadora y un teléfono. Para ese
entonces, aún vivía con sus padres, y ya comenzaba la preocupación de su mamá y
de la familia de que se quedaría para vestir santos: se preguntaban qué hombre
la iba a querer, siendo tan independiente, segura, profesional, con una empresa
propia; pero ella siempre decía que no quería encontrar a alguien para que le
resolviera la vida, que mal le haría al pobre compañero si lo buscara solo porque
ella se sentía sola: ella aspiraba a encontrar alguien con quien compartir su
alegría, su forma segura de ser y su relación no fuera basada en las carencias
emocionales, sino en la entrega común de sus oportunidades, para vivir y
compartir constructivamente. Cada vez que hablaban del tema, Maris le decía a
su mamá: “Vos no te preocupés, que yo voy a encontrar al hombre de mi vida y
me voy a casar en tres meses.”
Unos meses más tarde, conoció a un
economista, el que sería su futuro esposo. Pues resulta que, tal como lo había
imaginado, se conocieron un 1 de septiembre y el 17 de diciembre, se estaban
casando. Las personas que los conocían, a cada uno por su lado, no lo podían
creer, porque según me cuenta, segura y sonreída, son como agua y aceite, más
diferentes no podrían ser.
Maris Stella, católica practicante, de
misa, comunión y rosario diarios, súper numeraria, miembro activo de la
prelatura del Opus Dei. Y Jorge, divorciado, no creyente o “ateo devoto”, como el
mismo se define, porque practica su ateísmo. Para ella era muy importante
casarse por la Iglesia, lo cual lograron hacer, porque él nunca se había casado
sacramentalmente. Y esos tres meses desde que se conocieron, antes de casarse,
en mi opinión, rindieron increíblemente, ya que les permitieron conversar y
reflexionar sobre los pro y los contra de esa relación. Maris Stella planteaba
la importancia que para ella tenía, que sus hijos, cuando los tuvieran,
pudieran vivir la Navidad y la Semana Santa, poder tener un crucifijo e
imágenes de la Virgen en su casa, ir a su misa diaria, bautizar a los hijos,
etc.
A todo lo anterior, Jorge daría respuestas y pondría condiciones, las que, honestamente, me dejaron gratamente sorprendida… me hubiera encantado contar con esa madurez cuando Gonzalo y yo nos casamos (teníamos 20 y 24) , para reflexionar tantas cosas valiosas e importantes.
Por ejemplo, entre otras cosas… El bautizo
de los hijos, perfecto, sin objeción; pero para la Primera Comunión y la
Confirmación, solo Maris los podía preparar, nadie más; con las imágenes, no
había problema, siempre y cuando fueran artísticas y por último: Ella
nunca les diría a sus hijos, que él estaba equivocado, sino que tenían
diferentes puntos de vista y él haría exactamente lo mismo: nunca les diría que
ella estaba equivocada, sino que tenían diferentes puntos de vista… En mi
humilde opinión, esto último, no podría ser más perfecto, ejemplo para todas
las parejas jóvenes que comienzan una nueva vida como matrimonio, como familia.
Maris le preguntaba: “¿Vos como
podés ser feliz si pensás que no existe un más allá?”, a lo que Jorge respondía: “¡porque yo creo que uno solo puede ser feliz en su
existencia si busca el bien y la verdad! Lo que para Maris
era respuesta perfecta y con sentido absoluto, ya que ese es el principio
básico de su fe: “Dios es el bien y la verdad”, pero él lo buscaba de
una manera diferente.
Todo lo anterior es solo un breve
resumen de lo que implicaba que dos personas tan diferentes, formaran una
familia, a quienes, felizmente, y no me cabe duda de ello, los acompañaban la
madurez, la sabiduría, una buena dosis de inteligencia emocional y según me
cuenta, mucho sentido del humor. Ellos han encontrado que la forma de abordar
las diferencias es aprender a no ofenderse por las posiciones diferentes del
otro sino a tomarlas con simpatía, poniendo en evidencia entre bromas, las
grandes diferencias con que abordan cada reto cotidiano o extraordinario de su
vida. Para dicha de ambos, eso se ha
dado tal como se lo plantearon y han logrado entenderse, maravillosamente bien.
Es espectacular oír a Maris decir que hoy, después de tantos años de matrimonio, están
más enamorados que nunca.
Y no solo fue el hogar, la familia,
sino que, además, han trabajado juntos durante 13 años en Eureka. Ella, muy
creativa y él, muy estructurado, por lo que tenían que buscar la forma de
armonizar… Y yo la oía hablar y me preguntaba: ¡Dios! ¿Cómo han logrado esto? Pero
Maris afirma que desde entonces y hasta el día de hoy, en las
grandes diferencias, siempre ha habido grandes encuentros. ¡Definitivamente
admirables!
EL PROYECTO
A Maris Stella siempre le interesó la
carrera política para servir, pero, aunque nunca ocupó cargos públicos, su
experiencia en las arenas electorales, la desilusionó un poco; no le gustó
mucho el camino y quiso buscar otras cosas fuera del medio. Y es allí, donde nace
la semillita del proyecto grande, ese que ya tiene 11 años, SIFAIS (Sistema
Integral de Formación Artística para la Inclusión Social). Gracias a Maris Stella
y a lo detallista y expresiva que es, hoy podré “comenzar” a contarles, desde
sus inicios, sobre esta maravillosa obra.
Maris Stella acostumbra a hacer, con
frecuencia, una visita al Santísimo, en el oratorio que queda en una casa del
Opus Dei cercana a su oficina. Allí vivía la primera mujer de “la Obra” en Costa
Rica, que estaba muy mayor, muy enfermita y requería de atención y cuidados. La
persona que la atendía es una señora nicaragüense, con más de treinta años
viviendo en Costa Rica, llamada Alicia, que es quien le abría la puerta a
Maris cada vez que llegaba; solían conversar siempre un ratico y eso les
permitió convertirse en buenas amigas. Hablaban del clima, de política y un
día, hablando de futbol, Alicia le dice a Maris: “Doña. Maris, usted
sabe que, si los chicos de la comunidad en la que vivo
pudieran estar en la tercera división, no le darían descanso al campeón
nacional, el que en ese momento era el que estaba dando la pauta”. A
lo que Maris responde con otra pregunta: “Y ¿por qué no participan? Su
respuesta fue: “Porque no tienen uniformes y son 25”. Sin pensarlo
dos veces, habló con su esposo al respecto, les compraron los uniformes y los
mandaron a hacer con el nombre de la Comunidad “La Carpio” y en el hombro,
“Eureka”, como patrocinador. Esto dio pie para que Maris, tuviera cada vez más
conversación con Alicia.
Los muchachos perdieron ese primer
juego, pero Maris, animó mucho a Alicia. Lamentablemente, llegó el quinto juego
perdido y Maris, de forma socarrona le preguntó ¿qué estaría pasando?, porque “estaban
dejando muy mal a la empresa patrocinadora”. Alicia le respondió que todo era
porque cuando decían que eran de La Carpio, no les prestaban las canchas para
entrenar, los técnicos no querían entrenarlos y los árbitros no querían
pitarles porque les daba miedo, la gente tenía temor de relacionarse con ellos.
Y ustedes se preguntarán, igual que lo hice yo: “Pero, ¿por qué?
¿qué es la Carpio? Pues resulta que es la comunidad de migrantes
más grande de Centro América, posicionada durante muchos años como el mayor centro
de criminalidad y drogadicción de Costa Rica, ícono de peligrosidad. Tanto así,
que estos muchachos del fútbol, cuando les preguntaban de dónde eran, solían
decir del Distrito Uruca, pero trataban de no hacer mención, al propio caserío
de donde venían.
Pues Maris se puso nuevamente en acción
y consiguió con una de sus hermanas que había levantado un polideportivo, en el
que construyó una cancha y sembró árboles, que les prestara el lugar para
entrenar a los muchachos de la Carpio. Y así fue, comenzaron a jugar allí … y
al tiempo, Alicia le contó que estaban felices porque habían ganado. A lo que
obviamente, Maris le dijo: ¡Misión cumplida!
Pero Alicia, luchadora incansable y
dirigente vecinal de La Carpio, le dijo: “No, porque ahora le tengo
otro proyecto. Ayúdeme a crear una orquesta sinfónica en mi comunidad”.
Maris muy sorprendida, le dijo “pero ¿cómo, si yo solo se tocar
guitarra, yo no sé leer música?”. Y Alicia, con plena confianza en Maris
le respondió: “Usted puede: usted tiene una gran empresa de 20
personas”, y le entregó una carta dirigida al ministro de Bienestar
Social, para que le ayudara en la creación de la orquesta. Maris, conociendo un
poco de la administración pública, no quiso enviarla al ministro, temiendo que
se fuera a dormir el sueño de los justos, metida en una gaveta.
Pero como son las cosas de Papá Dios, a
los 5 días, llegó a la casa de Maris, la arquitecto que estaba remodelando.
Mientras el esposo de Maris le daba las indicaciones, ella fue a atender al
esposo de la arquitecto que estaba esperando en la sala. Comenzaron a conversar
y él le dijo que acababa de llegar de Venezuela, es ingeniero, tiene estudios
en investigación, entre cosas… y que los viernes, daba clases de música a niños
pobres en Escazú. Entonces, Maris le cuenta emocionada, toda la historia del
proyecto de la Orquesta, pero como una locura. A lo que este responde, que no
lo es, que, por supuesto es posible, y que él, desde los 8 años, formó parte
del Sistema Nacional de Orquestas de Venezuela, bajo la dirección del maestro
Abreu.
Si para Maris fue sorpresa aquello, les
aseguro que para mí, como venezolana, fue tan grato como inesperado. Lo que
menos podía imaginar en ese momento era escuchar hablar de ese proyecto tan
conocido y famoso en Venezuela, del que, además, participó durante varios años,
como fagotista, mi ahijado David, a quien acompañamos en tantos conciertos,
mientras vivió en Caracas y fue parte del Sistema.
Pues Jhony, el nuevo amigo venezolano,
estuvo de acuerdo en ir la semana siguiente con Maris a La Carpio, lugar donde
ella nunca había entrado, por lo peligroso que es.
Llegó el día, Alicia les espera en la
parada. Se disponen a entrar y Jhony lo hace de primero, con tal naturalidad y
soltura en aquel espacio, que sorprende a Maris, quien llevaba su disimulado,
pero también muy natural dejo de sustico. Les enseñan donde podrían dar las
clases y Maris dice que ella sería apoyo con su guitarra.
Preparándose para iniciar las clases a los
quince días, compraron 20 flautas y 20 bolillos de percusión.
El 26 de febrero, día de inicio del proyecto, llegaron al barrio. Jhony llevó a los chicos de Escazú a los que les daba clases, para mostrarles a los de La Carpio, cómo podrían tocar si tomaran clases y se dedicaran. Pero no veían a nadie y Maris preguntó entonces ¿dónde están los niños? Y Alicia le dijo que no se preocupara… Comenzó a llamarlos por las calles y fueron llegando; al final eran tantos, que ese día se matricularon 50, entre flauta, percusión y guitarra.
De allí en adelante, cuenta Maris que fue
una vorágine de buena voluntad (amé esta expresión) que
se fue desatando; cada vez se sumaba más gente. Recuerda que el 19 de marzo, le
preguntó a su sobrina, si le gustaría ayudarla dando clases de violín; a lo
cual respondió, que ella tocaba, pero nunca había enseñado, que no sabía cómo
hacerlo. Maris, muy persuasiva, le recordó que había tocado por 17 años, desde
los 2 hasta los 19, que no era posible que no pudiera enseñarles, aunque fuera
“estrellita”. Pues, así fue…. su sobrina comenzó a ir todos los sábados a
enseñar violín.
Los niños nunca habían visto un violín
y lo adoraron. No tenían violines, por supuesto. Pero la sobrina sugirió
comenzar con violines de cartón, para enseñarles como en el método Suzuki…
primero la postura, haciendo las huellas de los pies en papel periódico, para
que supieran cómo debían colocarse; y comenzando a hacer los movimientos del
codo hacia arriba y hacia abajo, con un palito de madera, confiando en que un
niño que sabe cuidar un violín de cartón, es señal de que puede cuidar un
violín de verdad.
Se dirige entonces a los niños: ¨Vamos
a hacer unos violines de cartón, y lo único que quiero es que me traigan cajas
de cereal y una reglita”. Pero los niños le respondieron que ellos nunca en
la vida, habían comido cereal. Pues tristísima, se fue a contarle esto a su tía;
aunque muy entusiasta, consigue las cajas con sus amigos y la semana siguiente,
las lleva vacías para hacer los violines. Los arman, los pintan y una niña le
dice, “profe, pero no suenan”, y ella le dice, “claro,
porque son para practicar”, pero la niña insiste: “sí, yo sé, pero
no trae nada, no suena, no tienen cereal adentro”. Me puedo imaginar cómo
esas palabras retumbaron en su corazón. Muy afectada, pero como eslabón de una
cadenita de favores, parte de esa vorágine que describe Maris, el siguiente
paso, fue conseguir donaciones de cajas de cereales, para que todos pudieran
comer. Es lo que Maris llama un “ubicatex”, que no es más que ubicarte en el
terreno donde te encuentres e ir resolviendo sobre la marcha, según la
situación y lo que vaya surgiendo.
Allí comienza a nacer la forma de ser del Sifais, que no fue predeterminada, que no tuvo una planeación estratégica, fue algo muy viral, muy espontáneo, con las herramientas que se tenían en cada momento. La sobrina violinista, empezó a llevar a sus amigos para que dieran clases de otros instrumentos musicales y de solfeo… pero para ese momento, resulta que no había pizarra. Y con su maravillosa creatividad, le dijo a su tía que no se preocupara, que harían como en los cursos de verano que inventaba su mamá: tomaron un ladrillo, y con él, en el cemento de la calle, trazaron las líneas del pentagrama, donde los niños brincaban del do al re, del mi al fa… y así, aprendían a solfear.
Todo esto los llevó a entender, que
quien quisiera enseñar algo, tenía que llegar con todo su equipo y toda su
creatividad.
Comenzó a ir un grupo de jóvenes músicos, súper entusiasmados con el proyecto, pero que les daba miedo irse en bus, por lo peligroso de la zona y entonces se metían hasta 10, apretaditos en el carro de Maris, para ir a dar clases los sábados.
En dos años, ya no cabían en el patio
techado, el que dividían en diez espacios, cada uno para una clase diferente.
Crecieron tanto, que las clases las daban en las calles, en las aceras, en los
patios de las casas… fue una verdadera revolución constructiva. Y
así, se fue creando la orquesta.
Esta historia continuará…
Mucho contenido hermoso para una sola publicación,
por lo que decidí dividirlo en dos capítulos. Como no quiero que pierdan el
hilo, Dios mediante, nos vemos el próximo sábado 21 de mayo, con el
Capítulo II de “EL AMOR TODO LO PUEDE”.
¡Gracias por leerme y acompañarme! Si
te gustó este relato, por favor compártelo con quienes creas pueden disfrutarlo
o necesitarlo. Sígueme en Instagram @mabrelatos, donde estaré recordando
siempre, los días de publicación.
Maucha.
Panamá, 14 de mayo de 2022
Hermoso regalo. Como siempre sus relatos nos llenan de alegría y esperanza cada sábado. Cada día estoy más convencida de que el mundo necesita muchas Maris Stella, llenas de amor y confianza hacía el prójimo. Esperamos con ansias el próximo capítulo.
ResponderBorrarNo sé cómo decir lo que este "mabrelato" me ha hecho sentir. No solo ha sido, como son todos, alegres, divinos de leer, sino que me ha permitido ver ejemplos vivos de caridad, existencia de seres magníficos en todas partes, disposición a mejorar a otros y sentir que Dios está presente cuando se le necesita, en todo momento y en cualquier actividad.
ResponderBorrarMe encanta leer este relato porque he vuelto a mi adolescencia al leerlo. Viví muchas de las experiencias con Maris Stella, como las fiestas de 15 años y el cantarle serenata al Papa cuando vino a Costa Rica y bailar bailes típicos en el Estadio Nacional por su visita. Definitivamente, gracias Maucha por este relato sobre Maris Stella. Seguirán creciendo sus obras!
ResponderBorrarHermoso relato de la maravillosa obra de Marís Stella.
ResponderBorrarMe encantará leer el siguiente capítulo.
Bellísima e inspiradora historia, y como todos tus relatos, magistralmente contada. Me encantó! 😍👏👏👏
ResponderBorrarQuedo pendiente de la continuación...
Cada historia compartida motiva mi corazón a seguir creyendo que el "amor y con amor, todo se puede" es un sentimiento que cuando es sincero mueve y motiva hasta el más débil de los seres y la acción más errática que pueda existir! Excelentes seres humanos!
ResponderBorrarBella historia, como siempre cargada de mucho sentimiento,me encantó!!! Espero el segundo capítulo para disfrutar de tu manera magistral como describes con bellas palabras los hechos en cada una de tus publicaciones, felicitaciones Mau , Dios te bendiga por compartir tus relatos.🙏😘🤗
ResponderBorrarYa quiero leer la siguiente parte ... Esto está muy bueno y motivador. Llena el corazón de esperanza y fuerza.
ResponderBorrarMauuu que historia tan bellaaa. Gracias por compartirla
ResponderBorrarWowwwwww impresionante!! Deseando leer la segunda parte!!!!! Espectacular proyecto guiado desde allá arriba claramente!!!! 🙏🏽❤️
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